viernes, 19 de julio de 2013

Un relato sobre amor

Se trata de dos hermosos jóvenes que se pusieron de novios cuando ella tenía
trece y él dieciocho. Vivían en un pueblito de leñadores situado al lado de una 
montaña. Él era alto, esbelto y musculoso, dado que había aprendido a ser 
leñador desde la infancia. Ella era rubia, de pelo muy largo, tanto que le 
llegaba hasta la cintura; tenía los ojos celestes, hermosos y maravillosos.. 
La historia cuenta que habían noviado con la complicidad de todo el pueblo. 
Hasta que un día, cuando ella tuvo dieciocho y él veintitrés, el pueblo entero se 
puso de acuerdo para ayudar a que ambos se casaran. 
Les regalaron una cabaña, con una parcela de árboles para que él pudiera 
trabajar como leñador. Después de casarse se fueron a vivir allí para la alegría 
de todos, de ellos, de su familia y del pueblo, que tanto había ayudado en esa 
relación. 
Y vivieron allí durante todos los días de un invierno, un verano, una primavera 
y un otoño, disfrutando mucho de estar juntos. Cuando el día del primer 
aniversario se acercaba, ella sintió que debía hacer algo para demostrarle a él 
su profundo amor. Pensó hacerle un regalo que significara esto. Un hacha 
nueva relacionaría todo con el trabajo; un pulóver tejido tampoco la convencía, 
pues ya le había tejido pulóveres en otras oportunidades; una comida no era 
suficiente agasajo... 
Decidió bajar al pueblo para ver qué podía encontrar allí y empezó a caminar 
por las calles. Sin embargo, por mucho que caminara no encontraba nada que 
fuera tan importante y que ella pudiera comprar con las monedas que, 
semanas antes, había ido guardando de los vueltos de las compras pensando 
que se acercaba la fecha del aniversario. 
Al pasar por una joyería, la única del pueblo, vio una hermosa cadena de oro 
expuesta en la vidriera. Entonces recordó que había un solo objeto material 
que él adoraba verdaderamente, que él consideraba valioso. Se trataba de un 
reloj de oro que su abuelo le había regalado antes de morir. Desde chico, él 
guardaba ese reloj en un estuche de gamuza, que dejaba siempre al lado de su 
cama. Todas las noches abría la mesita de luz, sacaba del sobre de gamuza 
aquel reloj, lo lustraba, le daba un poquito de cuerda, se quedaba 
escuchándolo hasta que la cuerda se terminaba, lo volvía a lustrar, lo 
acariciaba un rato y lo guardaba nuevamente en el estuche. 
Ella pensó: "Que maravilloso regalo sería esta cadena de oro para aquel reloj." 
Entró a preguntar cuánto valía y, ante la respuesta, una angustia la tomó por 
sorpresa. Era mucho más dinero del que ella había imaginado, mucho más de 
lo que ella había podido juntar. Hubiera tenido que esperar tres aniversarios 
más para poder comprárselo. Pero ella no podía esperar tanto. 
Salió del pueblo un poco triste, pensando qué hacer para conseguir el dinero 
necesario para esto. Entonces pensó en trabajar, pero no sabía cómo; y pensó 
y pensó, hasta que, al pasar por la única peluquería del pueblo, se encontró 
con un cartel que decía: "Se compra pelo natural". Y como ella tenía ese pelo 
rubio, que no se había cortado desde que tenía diez años, no tardó en entrar a 
preguntar. 
El dinero que le ofrecían alcanzaba para comprar la cadena de oro y todavía 
sobraba para una caja donde guardar la cadena y el reloj. No dudó. Le dijo a la 
peluquera: 
- Si dentro de tres días regreso para venderle mi pelo, ¿usted me lo compraría? 
- Seguro - fue la respuesta. 
- Entonces en tres días estaré aquí. 
Regresó a la joyería, dejó reservada la cadena y volvió a su casa. No dijo nada. 
El día del aniversario, ellos dos se abrazaron un poquito más fuerte que de 
costumbre. Luego, él se fue a trabajar y ella bajó al pueblo. 
Se hizo cortar el pelo bien corto y, luego de tomar el dinero, se dirigió a la 
joyería. Compró allí la cadena de oro y la caja de madera. Cuando llegó a su 
casa, cocinó y esperó que se hiciera la tarde, momento en que él solía 
regresar. 
A diferencia de otras veces, que iluminaba la casa cuando él llegaba, esta vez 
ella bajó las luces, puso sólo dos velas y se colocó un pañuelo en la cabeza. 
Porque él también amaba su pelo y ella no quería que él se diera cuenta de que 
se lo había cortado. Ya habría tiempo después para explicárselo. 
Él llegó. Se abrazaron muy fuerte y se dijeron lo mucho que se querían. 
Entonces, ella sacó de debajo de la mesa la caja de madera que contenía la 
cadena de oro para el reloj. Y él fue hasta el ropero y extrajo de allí una caja 
muy grande que le había traído mientras ella no estaba. La caja contenía dos 
enormes peinetones que él había comprado... vendiendo el reloj de oro del 
abuelo. 
Si ustedes creen que el amor es sacrificio, por favor, no se olviden de esta 
historia. El amor no está en nosotros para sacrificarse por el otro, sino para 
disfrutar de su existencia. 

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